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El cuartel de Pino

El Himno Nacional, a debate

El Himno Nacional, a debate

¡¡¡Buenos días, damas y caballeros!!!

Un saludo del Paladín de Khorne desde la sección "El cuartel de Pino", que abre sus puertas al público con el firme objetivo de tratar las noticias más relevantes de la actualidad con la mínima objetividad y la máxima tergiversación posibles. De modo que, antes de comenzar, es preciso advertirles de que todo lo que aquí encuentren escrito serán opiniones personales del autor, en muchos casos modificadas, y, por consiguiente, poco creíbles.

Y, para abrir boca, ¿qué mejor tema que el debate que está suscitando la controvertida letra para el Himno Nacional? Porque tiene miga el asunto.

Todo el follón surgió de la idea de un parado de Ciudad Real, de nombre Paulino Cubero (obviamente, hasta que se preparó el berenjenal, a tan distinguido sujeto no lo conocía, con perdón, ni su madre), quien, cuando el Comité Olímpico Español (COE) solicitó en 2007 ideas para la adopción de una letra para nuestro himno, presentó un diseño "propio" (aunque sospechosamente parecido al escrito por Jose María Pemán en 1928) que, de inmediato, cautivó a los miembros del jurado. El contenido de dicha letra fuer el siguiente:

"¡Viva España!/Cantemos todos juntos/con distinta voz/y un solo corazón./¡Viva España!/Desde los verdes valles/al inmenso mar;/un himno de hermandad./Ama a la Patria/pues sabe abrazar;/bajo su cielo azul,/pueblos en libertad./Gloria a los hijos/que a la Historia dan/justicia y grandeza/democracia y paz".

Como podrán comprobar, la idea fue un derroche de originalidad, se mire por donde se mire. Una creación, en palabras de su autor, fruto "de la inspiración en los españoles y en la grandeza de España" (desde luego, el sujeto en cuestión es un cómico con talento). Y claro, al escuchar esta patat... Ejem... Perdón, este himno, los del COE batieron palmas, secaron lágrimas de alegría e iniciaron una campaña para que fuera aceptado por el Gobierno como letra oficial.

Y ahí empezó la tormenta. Desde los círculos populares y políticos empezaron a llover críticas contra el himno de marras, contra el señor Cubero ("un genio incomprendido", dirán algunos) y contra el COE en general. Y puedo asegurar que esas críticas las hubo (y las sigue habiendo, ojo) de todas clases. Algunos criticaron lo desfasado de su contenido (Carmen Calvo, vicepresidenta del Congreso, declaró que "Es antigua, con expresiones completamente vetustas"). Otros recalcaron su similitud con letras de tiempos pasados; tal fue el caso del líder de IU, G. Llamazares, quien puntualizó que "Si Permán levantara la cabeza lo denunciaría por plagio". Pero quizá la opinión más ingeniosa (diferencias políticas aparte) fue la del líder de CiU, Artur Mas, quien, con sonrisa pícara en el rostro, declaró ante los medio "No me oiréis cantarla mucho porque mi patria es Cataluña".

Al otro lado de la "tierra de nadie" (es decir, el colectivo al que este asunto ni le va ni le viene, que, por cierto, es sorprendentemente reducido), parece ser que esta letra ha encontrado pocos partidarios. Porque, además de su propio autor (quien sigue insistiendo en que es un himno "válido para todos los españoles", como tan claro lo dejó Mas), pocos han sido los que le han dedicado palabras de elogio. Quizás uno de los miembros más influyentes de esa minoría (¿he dicho "influyentes"?) haya sido Gregorio Manzano, entrenador del Mallorca. "A mí me gusta, de verdad, me parece preciosa. Un diez para su autor", afirmó con rotundidad el susodicho (sospecho que esta temporada el Mallorca encontrará poco patrocinadores).

Y mientras la lucha arrecia en el campo de batalla, el Gobierno trata de poner paz y orden, fiel a su papel de mediador (Hollywood no sabe el guión que se está perdiendo; ¿habrán iniciado ya negociaciones Zapatero y la Universal?), e insistiendo en que, pese a la diferencia de opiniones, es el Parlamento el que tiene la potestad para decidir, y, por consiguiente, la última palabra.

En resumen, que estamos ante un conflicto de criterios de marca mayor. Y todo esto, en vísperas de unas elecciones generales cuyos sondeos aún no han situado a uno de los dos bandos como claro favorito. Así que qué menos que elogiar la capacidad estratégica de nuestros líederes, que (como siempre) han demostrado saber llevar las cosas cuándo y como debe ser. Pero, pese a todo, ¿por qué sorprendernos?, a fin de cuentas, this is Spain.